A cinco minutos de Santo Tomás, capital de la provincia cusqueña de Chumbivilcas, una muchedumbre se ha reunido en la pampa de Hatunpata. Hay ancianos con sombrero de ala ancha, familias sobre lonas extendidas. Todos esperan el inicio de uno de los eventos más representativos de su cultura ganadera: una competencia hípica. Provistos con camisas a cuadros, jeans, chalecos de cuero y botas polvorientas, los concursantes van apareciendo, como salidos de un western andino.
Los jinetes, en su mayoría niños, no superan el metro y medio, pero no se amilanan cuando llega la hora de hacer correr a sus animales. Aunque forman parte del aniversario por los 200 años de la provincia, las carreras expresan una devoción más profunda: aquí, la relación entre el humano y el caballo es casi indisociable.

La moda de los qorilazos exhibe símbolos y distintivos propios de la cultura ganadera, como los sombreros de paja de ala ancha. Foto: JULIO REAÑO /
/ Julio Reano
“Quien nace en Chumbivilcas es un chumbivilcano. Pero el que se dedica a la ganadería, a la doma de potros salvajes, a la corrida de toros, a ese se le llama qorilazo. No cualquiera es qorilazo”, sostiene Jimmy Boza, ganadero de 54 años y orgulloso hijo de esta tierra ubicada a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar. La palabra ‘qorilazo’ —una fusión entre el quechua ‘qori’ (oro) y el español ‘lazo’— hace referencia al vaquero de altura, aquel que enlaza ganado, doma bestias y mantiene vivas las costumbres rurales del sur andino.
Boza recuerda a su abuelo, Héctor Gómez Chacón, uno de los criadores de caballos más conocidos del sur. También participaba en competencias y fue quien lo inició en la vida ganadera. “Mi abuelo ha sido criador de caballos de carrera. Yo mismo fui su jinete, su jockey, cuando era pequeño”, cuenta.

La moda en Chumbivilcas recuerda mucho la del cowboy del medio oeste estadounidense. JULIO REAÑO

HIPOFIESTA, carrera de caballos en Chumbivilca. JULIO REAÑO
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Como las buenas tradiciones se heredan, hoy su hija, Paola Boza, es una apasionada amazona. Integra la Asociación Cultural Amazonas de Chumbivilcas, un colectivo de más de veinte mujeres que compiten en torneos regionales y nacionales montadas en caballos peruanos de paso.
“El caballo y el qorilazo de Chumbivilcas tienen una relación bastante estrecha. Podríamos decir que es un binomio. A cualquier persona le preguntas quién es el mejor amigo del hombre y te dice el perro. Pero si le preguntas a un qorilazo, te va a decir que es el caballo”, afirma Paola.

La asociación cultural Amazonas de Chumbivilcas, en una muestra de sus habilidades con los caballos de paso.
/ MONICA LUCAS
Cuando no hay carreras, otra de las grandes atracciones es el rodeo chumbivilcano, donde los jinetes locales se enfrentan a potros chúcaros en pruebas de destreza y temple. Montan “a pelo”, sin montura, hasta lograr dominar al animal. Es una afición que exige coraje, resistencia y una dosis justa de bravura. Las cualidades necesarias para progresar en un entorno donde cada jornada es un desafío, pero también una expresión de libertad.