La Marina de los Estados Unidos ha desplazado el portaaviones nuclear USS Gerald R. Ford, acompañado por su grupo de ataque, hacia la región del Caribe, en un movimiento catalogado como la mayor concentración de poder naval estadounidense en América Latina desde la invasión de Panamá en 1989.
Esta presencia militar responde a la estrategia de Estados Unidos para erradicar el narcotráfico en la región que, según la administración Trump, está liderada por el dictador Nicolás Maduro y su cúpula denominada como el cartel de los soles. Una presión geopolítica que también tiene como objetivo derrocar el régimen dictatorial en el que está sumergida Venezuela.
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EL PORTAAVIONES MÁS AVANZADO DEL MUNDO
El Gerald R. Ford es el buque insignia – y primer ejemplar de la clase Ford – de la Armada norteamericana, recibe su nombre en honor al 38º presidente de los Estados Unidos. Fue puesto en grada el 13 de noviembre de 2009 en los astilleros Northrop Grumman Shipbuilding, en Newport News, Virginia, y botado el 9 de noviembre de 2013.
Esta colosal nave da nombre a su nueva clase, compuesta en principio por tres portaaviones: el propio Gerald R. Ford (CVN-78), el John F. Kennedy (CVN-79) y el Enterprise (CVN-80). Las siglas CVN significan que son portaaviones de propulsión nuclear.
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Con especificaciones tecnológicas de vanguardia: tiene un desplazamiento cercano a 100 000 toneladas, 337 metros de eslora y dos reactores nucleares A1B que le proporcionan autonomía prácticamente ilimitada.
Puede albergar hasta 90 aeronaves de combate, incluyendo los Boeing F/A-18E/F Super Hornet, Boeing EA-18G Growler, Grumman C-2 Greyhound, Northrop Grumman E-2 Hawkeye y los Lockheed Martin F-35C Lightning II. Además los helicópteros Sikorsky SH-60 Seahawk y vehículos aéreos no tripulado como el Northrop Grumman X-47B.
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Entre sus innovaciones figuran el sistema de lanzamiento electromagnético de aeronaves (EMALS), el sistema de arresto avanzado (AAG), el radar de doble banda AN/SPY-3/AN/SPY-4, y una tripulación reducida de 4.540 personas (buque + ala aérea) en comparación con clases anteriores gracias a la automatización.
Respecto a su armamento, esta nave cuenta con 2 lanzadores Mk.29 para misiles RIM-162 Evolved Sea Sparrow (ESSM), 2 sistemas de lanzamiento de misiles Mk.49 para Misiles RIM-116 de ataque a tierra (RAM) y 3 Sistemas de armas de defensa de punto Phalanx Mk.15 (CIWS).
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Desde el punto de vista operativo, estos avances permiten al Ford realizar más misiones aéreas por día, reaccionar con mayor rapidez frente a amenazas, y operar en zonas de alta tensión sin necesidad de reabastecimiento frecuente.
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TIEMBLA MADURO
El posicionamiento del Ford en el Caribe aparece enmarcado dentro de la estrategia de la administración de Donald Trump, que busca ejercer presión naval frente al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Según declaraciones del Pentágono, el grupo de ataque “incrementará la capacidad de los Estados Unidos para detectar, monitorear y desarticular organizaciones criminales transnacionales y el narcotráfico”, lo cual se inserta en una campaña antinarcóticos intensificada en la región.
Para Maduro y su cúpula, la llegada de este portaaviones significó un “acto de agresión y amenaza” que calificaron como parte de un diseño de cambio de régimen promovido por Washington.
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Por tanto, el anuncio y despliegue no solo tienen un carácter disuasorio frente al narcotráfico, sino también un mensaje de poder hacia Caracas: la presencia del Ford implica que Estados Unidos puede proyectar fuerza naval de primer nivel en aguas cercanas a Venezuela, lo que incrementa la presión sobre el régimen y envía una advertencia geopolítica.
La naturaleza del portaaviones lo convierte en una plataforma de potencia marítima que va más allá del simple patrullaje antinarcóticos: representa una capacidad de proyección ofensiva si fuese necesaria. Se menciona que “el reloj ya ha comenzado” para utilizar el activo, pues no es algo que pueda permanecer indefinidamente sin operar.
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Los expertos han señalado que la utilización de un portaaviones de este tipo en operaciones antinarcóticos introduce interrogantes sobre la legalidad del uso de fuerza en el Caribe, especialmente si incluye objetivos en tierra o en aguas territoriales de un estado soberano.
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