Por las manos de Juanpi Sicha Quispe no solo pasan ollas y cucharones; pasan también memorias familiares, historias de resistencia y sabores de la tierra apurimeña. Desde una cima de Uripa, en la provincia de Chincheros (Apurímac), este joven creador de contenido se ha ganado un lugar en el panorama gastronómico peruano llevando la cocina al aire libre, realmente. Sus videos muestran platos típicos cocinados en la cima de los cerros, en medio de chacras y riachuelos, acompañados por la voz de su madre, sus abuelos y de todas las personas que se han sumado a esta aventura.
“Recuerdo que a los seis años hice mi primera sopa de quinua viendo a mi abuela moler en el batán”, cuenta Juanpi. Esa escena de infancia fue el inicio de una relación inseparable con la cocina, heredada de generaciones de mujeres que transformaban lo que tenían a la mano para venderlas en ferias locales: berro picante, trucha frita, cuy al palo, entre otros platos. “Mi mamá siempre innovaba, aunque fuese con lo que había”, recuerda.

La pandemia lo devolvió a Apurímac en un momento difícil. Sin recursos para continuar sus estudios de turismo en Lima, tomó el celular y empezó a grabar. Un charqui tostado en la cima de una chacra fue el primer video que subió a TikTok. “No salía mi cara, solo mi abuela, porque tenía vergüenza”, dice. Ese registro alcanzó mil vistas y le abrió una ventana inesperada. De ahí en adelante, cada plato se convirtió en un puente para mostrar su tierra.
Entre sus recetas más celebradas están el cuy a la brasa con papas andinas y un postre que rescata un fruto olvidado: el ayrampo, que por su color morado, ha sido convertido por Juanpi en una mazamorra que sorprende con su acidez cítrica. “Fue una locura, pero salió miskisazo”, afirma.

Su propuesta no es solo gastronómica, sino también paisajística: cocinar frente a una laguna, preparar té junto a una catarata o levantar un horno de piedra para hacer pachamanca en lo alto del cerro. “Desde un aleteo de colibrí hasta cómo florece una planta, todo eso influye en que un plato llegue a tu mesa”, explica con poesía.
El camino no ha sido sencillo. Hubo días en que vendía verduras con su madre para subsistir o en que se preguntaba si valía la pena seguir grabando. Hoy, sin embargo, su comunidad digital crece y él sueña en grande: abrir un restaurante donde los visitantes puedan transportarse a Apurímac a través de cada plato.
Si tiene que elegir un favorito, no duda: los tallarines abanquinos con estofado y qapchi de chuño. “Ese plato representa a todos los apurimeños”, asegura. No es casual: en su mesa, cada receta es una celebración de la memoria y de la identidad de su familia y de su pueblo.
Los reconocimientos no han tardado en llegar. En los Premios Somos, Juanpi se alzó con el premio a Mejor Creador de Contenido Gastronómico. Para él, este galardón no es solo un mérito personal, sino un homenaje a su tierra y a la cocina heredada de su madre y su abuela. “Fue un orgullo no solo mío, sino de toda mi tierra”, afirma. Y es que cada receta que comparte, cada paisaje que muestra y cada historia que cuenta, lleva consigo el propósito de visibilizar a Apurímac y a las familias que, como la suya, han hecho de la cocina un acto de resistencia y amor.

“Yo le diría al Juanpi de niño que no he traicionado sus sueños”, confiesa de manera emotiva el creador de contenido. Los mismos sueños que nacieron cuando recorría las calles ofreciendo humitas con su madre y que hoy lo llevan a mostrarle al mundo que en Apurímac la cocina también se hace en las alturas.