Un nuevo estudio de la Universidad Estatal de Montclair concluye que la Generación Z percibe el mundo como un lugar cada vez más peligroso y hostil, y muestra un creciente cinismo respecto a su capacidad para impulsar cambios reales. La investigación, presentada en la conferencia 2025 de la Society for Risk Analysis en Washington, se basa en más de un centenar de entrevistas en profundidad con jóvenes de la Costa Este de Estados Unidos realizadas desde 2022.
El equipo liderado por el profesor Gabriel Rubin recogió testimonios que, en su mayoría, coinciden en la idea de que “el mundo es un lugar aterrador” y que la vida cotidiana se desarrolla en un entorno marcado por múltiples amenazas. Según el investigador, las respuestas de los jóvenes han evolucionado en apenas tres años desde visiones relativamente optimistas hacia descripciones mucho más negativas, temerosas y desconfiadas.
Entre los factores que más influyen en esta percepción se mencionan la experiencia de los confinamientos por la COVID 19, el temor a tiroteos escolares, el aumento de la delincuencia percibida, la polarización política y distintas formas de discriminación. A ello se suman preocupaciones globales como el cambio climático y la inestabilidad económica, que los jóvenes viven como amenazas constantes para su futuro personal y colectivo.
Uno de los hallazgos centrales del estudio es el incremento del cinismo entre los encuestados respecto a la posibilidad de transformar la realidad, incluso entre quienes participan en protestas o movimientos sociales. Rubin señala que muchos jóvenes sienten que, por más que se movilicen, las estructuras de poder permanecen intactas, lo que alimenta una sensación de impotencia y desánimo.
La investigación indica que, cuando las personas perciben que tienen muy poco control sobre los resultados, tienden a considerar el entorno como más riesgoso de lo que muestran los indicadores objetivos. En el caso de la Generación Z, esta brecha entre percepción y realidad se ve reforzada por el consumo constante de información negativa a través de redes sociales y medios digitales.
El estudio recoge un impacto especialmente marcado en mujeres jóvenes, que expresan una fuerte preocupación por el retroceso de derechos, particularmente en materia de salud sexual y reproductiva. Otras investigaciones citadas por Rubin relacionan esta percepción de amenaza continua con un aumento de la ansiedad, la depresión y las ideas suicidas entre adolescentes y jóvenes adultas.
Las participantes también señalan sentirse menos seguras tanto en espacios públicos como en entornos digitales, donde el acoso, la violencia de género en línea y la exposición permanente a noticias sobre agresiones refuerzan la sensación de vulnerabilidad. Esta combinación profundiza las diferencias de género en la forma en que se vive y se interpreta el riesgo.
Rubin subraya que la percepción de inseguridad de la Generación Z contrasta con estudios que apuntan a que los últimos años han sido, en términos estadísticos, de los más seguros de la historia reciente. Sin embargo, el trabajo recuerda que la sensación de seguridad no depende solo de los datos objetivos, sino de cómo los individuos interpretan y sienten el riesgo en su vida diaria.
Para el investigador, el reto para instituciones educativas, autoridades y organizaciones sociales pasa por reducir esa brecha entre realidad y percepción, y por ofrecer a los jóvenes espacios de participación donde puedan experimentar que su acción sí tiene impacto. El estudio plantea que fortalecer la sensación de control y eficacia colectiva es clave para revertir el cinismo y mitigar la carga emocional con la que la Generación Z mira el futuro.
