Para mí, alimentarlos a todos con pan común es algo que no puedo hacer. Pero esta Palabra es su porción. Los alimento de la misma mesa que me alimenta a mí. Soy su siervo. Estas palabras, que expresan el pensamiento de san Agustín en el Sermón 339, se imprimieron como introducción al recuerdo de la ordenación recibida por Robert F. Prevost el 19 de junio de 1982. La imagen elegida fue la de la Última Cena, representada en un icono ruso del siglo XV.
Hace cuarenta y tres años, León XIV fue ordenado sacerdote en la capilla de Santa Mónica en Roma, a pocos metros del Vaticano y de la Plaza del Santuario, donde reside actualmente el Papa. Quien le confirió la ordenación fue el arzobispo belga Jean Jadot, entonces propresidente del Secretariado para los No Cristianos, tras haber sido delegado apostólico y pronuncio en Asia, África y, finalmente, en Estados Unidos. Al momento de su ordenación, el padre Robert Francis Prevost tenía 27 años y ya había estudiado Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino. Había ingresado en la Orden de San Agustín cinco años antes y profesó sus votos solemnes en 1981. En 1985, fue enviado como misionero a Perú, sirviendo en la misión de Chulucanas, en Piura.
El pasaje elegido para conmemorar su ordenación hace referencia a otros pasajes de san Agustín, y en particular a las Exposiciones sobre los Salmos (103, III, 9): «Eres un buen siervo de Cristo —escribió el obispo de Hipona— si sirves a quienes Cristo sirvió… Quien te liberó con su sangre te ha hecho mi siervo… Aprende a amar a tus siervos, pero en el nombre de tu Señor. Que Él nos conceda realizar bien este servicio, porque, nos guste o no, somos siervos; sin embargo, si lo somos por voluntad propia, no servimos por necesidad, sino por caridad».
Estas palabras sobre el ser servidor, sobre la pertenencia a Dios y, por tanto, sobre el estar al servicio de su pueblo, resonaron de cierta manera también en la primera homilía de la Misa de ordenaciones sacerdotales presidida por el nuevo Obispo de Roma en la Basílica de San Pedro, el 31 de mayo de 2025, cuando confirió el orden sacerdotal a once diáconos de la diócesis. “Queridos ordenandos”, dijo el Pontífice, “¡imagínense a la manera de Jesús! Ser de Dios —siervos de Dios, pueblo de Dios— nos une a la tierra: no a un mundo ideal, sino al mundo real. Como Jesús, son personas de carne y hueso que el Padre pone en su camino. Conságrense a ellos, sin separarse de ellos, sin aislarse, sin hacer del don recibido una especie de privilegio… ¡“Porque el amor de Cristo nos posee”, queridos hermanos y hermanas! Es una posesión que libera y que nos permite no poseer a nadie. ¡Liberar, no poseer! Somos de Dios: ¡no hay riqueza mayor que apreciar y compartir! Es la única riqueza que, al compartirse, se multiplica”.
El título de la capilla de Santa Mónica, sede de la ordenación sacerdotal de 1982, fue confiado como diaconado por el Papa Francisco al nuevo cardenal Robert Prevost el 30 de septiembre de 2023.