El retiro e inmovilización de la insulina Wosulin N, fabricada en India, ha encendido las alarmas entre miles de pacientes diabéticos en el Perú, que dependen a diario de este medicamento para controlar su enfermedad. La medida fue dispuesta por la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid) tras detectar graves incumplimientos en la fabricación, lo que obliga al sistema de salud a acelerar la compra y distribución de alternativas para evitar episodios de desabastecimiento.
Una alerta sanitaria reciente ordenó la inmovilización y retiro de todos los lotes de Wosulin N luego de una inspección a la planta del laboratorio Wockhardt Limited, en India. Los especialistas detectaron manipulación de datos, presencia de impurezas, posibles toxinas y deficiencias en las buenas prácticas de manufactura, incluyendo discrepancias entre los tiempos de fermentación reales y los consignados en los documentos oficiales.
De acuerdo con Digemid, estas irregularidades comprometen la seguridad, calidad y eficacia del producto, por lo que se dispuso su salida del mercado peruano tanto en establecimientos públicos como en farmacias privadas. La decisión busca reducir el riesgo de eventos adversos en pacientes que dependen de la insulina para mantener niveles adecuados de glucosa en sangre.
Wosulin N se venía usando desde hace al menos cinco años en hospitales del Ministerio de Salud, EsSalud y otros prestadores, convirtiéndose en una de las principales insulinas de uso regular. Su retirada afecta a parte del universo estimado de 1,3 millones de personas con diabetes en el país, muchas de las cuales recibían el fármaco gratuitamente a través del sistema público.
Reportajes televisivos han revelado que, pese a la orden de inmovilización, en algunos establecimientos aún se habría entregado este producto, lo que ha motivado la intervención del Ministerio de Salud y de organismos de supervisión para verificar el cumplimiento de la alerta. Paralelamente, las autoridades deben gestionar compras de emergencia y redistribución de stocks de otras insulinas, con el fin de garantizar la continuidad de los tratamientos.
Especialistas y asociaciones de pacientes señalan que no se trata de una “escasez total” de insulina en el país, sino de un vacío crítico allí donde Wosulin N era el insumo principal. El cambio forzoso de esquema terapéutico, además, exige ajustes de dosis y controles médicos más cercanos, lo que presiona aún más a los servicios de endocrinología y a las farmacias hospitalarias.
La sustitución del medicamento también implica mayores costos para el Estado, que deberá recurrir a productos de otros proveedores, muchas veces más caros, para cubrir la demanda. En ese contexto, organizaciones de pacientes piden transparencia sobre los plazos de reposición y la lista de insulinas disponibles, a fin de evitar suspensiones en la administración diaria.
El Ministerio de Salud ha reiterado que los pacientes no deben automedicarse ni adquirir Wosulin N por canales informales o en farmacias que aún lo ofrezcan. Se recomienda acudir al establecimiento donde se recibe tratamiento para que el médico evalúe el cambio a otra insulina y ajuste la dosis de manera segura.
En caso de falta de stock o problemas de acceso, los usuarios pueden presentar reclamos en la farmacia del hospital, en las oficinas de atención al usuario o ante la Superintendencia de Salud y el Indecopi, entidades que han iniciado acciones de vigilancia y eventuales investigaciones sobre la comercialización del producto retirado. El objetivo, subrayan las autoridades, es proteger la salud de los pacientes sin interrumpir un tratamiento que resulta vital.
