Artículo de opinión
Recientemente, en nuestra región se han realizado ejercicios importantes y resaltantes que muestran a la democracia como el sistema de gobierno que, a pesar de sus imperfecciones, es el único donde se pueden tomar decisiones con la participación de toda la sociedad. La elección presidencial en Bolivia, las elecciones legislativas en Argentina y la destitución y sustitución del presidente en Perú vienen a confirmar el talante democrático en la región.
En este artículo no me voy a referir a posiciones políticas ni a nombres o liderazgos; solo quiero resaltar el ejercicio democrático, la celebración de comicios y la toma de decisiones que permiten la Constitución y las instituciones en la democracia.
También quiero traer a la memoria que, en el pasado siglo XX, la mayoría de los países tenían gobiernos dictatoriales: regímenes que llegaron al poder a través de golpes de Estado, con apoyo de las fuerzas armadas, del poder económico y con el respaldo de los Estados Unidos de América. Estos gobiernos autoritarios fueron muy duros con quienes se les oponían; fueron tiempos muy violentos. Las cárceles estaban llenas de presos políticos opositores; otros líderes se fueron al exilio y muchos fueron asesinados por sus posturas ideológicas. Eran tiempos en los que los derechos humanos no tenían valor para los dictadores.
Pero nuestras sociedades se han inclinado por la democracia. Salvo algunas excepciones, se puede decir que en América este es el sistema de gobierno que permite la convivencia pacífica entre sus ciudadanos y el respeto a las instituciones en las cuales se sustenta.
El filósofo alemán Byung-Chul Han, ganador del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, dijo:
“La democracia se fundamenta en la moral y las virtudes de los ciudadanos: el civismo, la responsabilidad, la confianza y el respeto.”
De esto podemos deducir que los gobiernos democráticos deben promover, desde la educación escolar, el deber y el derecho a elegir; a apreciar la democracia como sistema; a estudiar y sopesar las propuestas sociales y económicas de los candidatos y partidos políticos; y a valorar y fortalecer a estos partidos como pilares de la democracia.
También los partidos políticos deben formar y educar a sus dirigentes y militantes, prepararlos para ser líderes y gobernantes, para ser funcionarios públicos con valores éticos y morales que aseguren el éxito de una gestión gubernamental en pro de sus ciudadanos. De esta manera, la sociedad apreciará el poder y el alcance de su voto en el sistema democrático.






